jueves, 21 de junio de 2012

Tous esemble



Podría decirse que una parte de mi quedó en África, hace 10 meses. Todavía no me hago a la idea de que este Agosto no estaré en Camerún. No podré recorrer los caminos rojizos que me llevaban hasta los pigmeos, o jugar con los niños que iban a por agua. No podré saborear una cerveza negra debajo de una planta de cacao, ni comprar plátanos a los muchachos de los peajes de la carretera que me llevaba a Kribi.

Youndé
En Youndé no hacía falta despertador. La luz del día y la gran fauna de insectos que rodeaban la casa te daban los buenos días tocando una sinfonía en La mayor mientras en la cocina empezaban las bromas y los cánticos africanos. “Bambakiri” gritaban entre risas cuando entraba en el comedor a desayunar. Pronto aprendí a contestar a los buenos días africanos, “Kirimba, mon amis”. Para ellos fue todo un logro enseñarme unas cuantas palabras en Ewondo, y también lo fue para mí aprenderlas.

¡Qué gran variedad de frutas! Papaya, piña, mango, aguacate, plátanos… ¡Menudo festín me pegaba por las mañanas! Aunque todo se consumía en cuanto subía a la furgoneta. Todos los días eran una lucha constante entre permanecer sentada y no golpearte la cabeza ya que más que carreteras eran como pistas llenas de obstáculos: grandes baches, un árbol caído, una cabra que quería hacerse la valiente, etc. A pesar de todo era divertido. Echo de menos no pegar un brinco en el asiento del coche. Ya era como una costumbre, algo rutinario, al fin y al cabo, una atracción.

La fête
No puedo olvidarme de Ginho o Sussan, que en cuanto me veían sonreían y corrían hacia a mí en busca de un globo o un dibujo. Tampoco de los chistes malos de Serge: “Chocolate negro en el continente negro”, o su famosa palabra cuando algo le sorprendía: “¡Atisamba!”, decía mientras se golpeaba la frente con la mano. Acto seguido toda la sala soltaba una carcajada de complicidad. Tampoco olvido a Fabrice, Emmanuel, Jean- Jaques y su fiesta de novicios donde todos bailamos al ritmo de “Tchokolo – Tchokolo”. Recuerdo aquel (¿catastrófico?) partido de baloncesto con los chicos de Bastós, Dieudonné y Constantine, a Dinis y sus historias, sus clases de aprender a vivir, así como de gramática francesa, y el “¡que bom gentes!” de Jules marcaron un “avant” y un “après”.

Mon petits chéris
Cuando me decían que las despedidas eran difíciles yo discrepaba. Pero me di cuenta de que estaban en lo cierto cuando tuve que volver de ese continente que me hechizó, me enamoró, y me robo un pedazo de mi ser.

Tengo que volver, y cuando lo haga será para quedarme.

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